Eran alrededor de las 10 de la noche y la junta directiva de Nerea seguía sin encontrar la solución a sus problemas, los accionistas estaban angustiados por las grandes perdidas pronosticadas para sus bolsillos y por ende exigían a Marcos Plata que hiciera algo al respecto, no por nada era el CEO. Su cabeza pendía de un hilo al igual que su futuro, habían confiado en él cuando dijo que duplicaría sus inversiones y hasta ahora no habían tenido más que pérdidas.
Estaban desesperados, ninguno de sus directores tenía una respuesta, al menos no una que sirviera para salvar sus empleos, habían perdido la oportunidad de vender la compañía, los recortes al personal eran inevitables. Estaban cansados de respirar ese aire cargado de tensión y estrés, de pasar noches en vela, de vivir con miedo al futuro incierto.
“Llamemos a Rogelio” dijo alguien al otro extremo de la sala de juntas, “es el único que puede salvarnos”.
Marcos nunca había trabajado antes con ese hombre, pero sabía de su fama y reputación para hacer milagros, también sabía el precio que tendría que pagar por sus servicios, 10 millones, la misma cantidad que quedaba en sus reservas, sería arriesgarlo todo y esperar algo más allá de un milagro.
– Llámenlo – dijo con hilo de voz.
Rogelio Maldonado se presentó a las 7 a.m del día siguiente con su traje Gucci, rolex en la muñeca y zapatos recién lustrados, tenía apariencia de gángster de los años 30s, una sonrisa confiada y una mirada impenetrable. Escuchó la situación de apuro en la que se encontraban sus nuevos clientes y tras entregar su contrato de prestador de servicios encendió un cigarrillo.
Cada vez que alguno de los directores le hacía alguna pregunta él simplemente daba otra calada al cigarrillo, expulsaba el humo y repetía “cláusula 33, apartado 8 subsección C”.
Rogelio Maldonado, se reserva el derecho de responder cualquier tipo de preguntas, los interesados deberán confiar en su trabajo. Los métodos empleados son confidenciales.
Sin más remedio se firmó el contrato, depositaron la mitad del dinero en la cuenta de Maldonado y se sentaron a esperar. Tres días más tarde Rogelio volvió a visitarlos para cobrar el resto de su pago. Ni Marcos, ni sus directores ni siquiera los accionistas tenían la más mínima idea de qué había sucedido o cómo es que había ocurrido, pero Rogelio había hecho uno más de sus milagros. Las ganancias de la compañía se incrementaron, se quedaron sin stock en tan solo esos tres días, la demanda por sus productos continuaba en aumento.
Cuando Marcos estaba firmado la autorización para el pago de la liquidación se encontraba a solas con el salvador de su trabajo, carrera y futuro. Le suplicó que le dijera cómo lo había hecho, que compartiera con él sus secretos y le pagaría aún más dinero por esa fórmula mágica. Rogelio sonrió, señaló su cabeza con el dedo indice y dijo:
– Todo está aquí, las voces me dicen que hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo.
Se levantó de su asiento con la misma sonrisa, abotonó el sacó y salió de la oficina de Marcos sin mirar atrás.
Rogelio despertó de golpe, carcajeándose como el lunático que era, embistiendo las paredes acolchadas de su habitación, forcejeando con las cintas de su camisa hasta que el enfermero en turno abrió la rendija de la puerta.
– ¿Todo bien?
– ¡Todo magnífico! Acabo de salvar otra compañía y soy más rico que antes.
– ¿Ah sí? ¿Y cómo fue esta vez?
– Igual que siempre las voces, las voces me dijeron todo.
– Bien por ti Roger, bien por ti.
El enfermero giró sobre sus talones rumbo a la oficina del doctor Marcos Platas para informarle que había despertado y que era necesaria otra inyección.
– Sue FC –