El teléfono del centro de rescate y adopciones sonó tres veces antes de que Lu atendiera, anotó la dirección y después de colgar le envío un mensaje a su supervisor para que asignaran a alguno de los voluntarios y acudiera al llamado de ayuda.
Aunque ya habían pasado tres años desde que empezó a trabajar ahí aún se sentía como en su primer día: melancólica y furiosa. Culpaba a todos por igual, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, ricos y pobres. Todos ellos eran irresponsables, no median las consecuencias de sus acciones y decisiones. Le costaba comprender la necesidad que compartían por hacerse cargo de una vida ajena para la cual obviamente no estaban preparados.
Lu era la responsable de la página web y redes sociales, pero de vez en cuando hacía de recepcionista como hoy. Su mirada nerviosa iba de la pantalla al desgastado calendario colgado en la pared de enfrente. Quedaban solo unos pocos días para que terminara el año y eso solo traía malas noticias. Los huéspedes temporales del refugio mayores de 5 años serían sacrificados. Era una política horrible pero necesaria, al igual que otros centros, estaban sobresaturados y debían hacer espacio para nuevos residentes.
Todos los día recibían diez llamadas como mínimo para reportar un abandono (en el mejor de los casos), un herido o maltratado (en el peor). El dinero nunca era suficiente pese a las donaciones y ayuda del gobierno, no siempre les alcanzaba para cubrir los gastos de alimentos y medicinas. Los trabajadores apenas recibían ayuda económica para transporte y los voluntarios eran pocos.
Con el estrés encima y las lágrimas asomándose, Lu salió del establecimiento para fumar un cigarrillo en un intento por calmarse. No podía evitar pensar en el pasado lejano donde los perros sufrían el mismo destino, cientos de ellos eran abandonados pasada la Navidad, otros porque la emoción había pasado o simplemente el dueño ya no quería cargar con la responsabilidad de su mascota. Y como es natural, las hembras entraban en celo, se apareaban y más y más cachorros nacían en la calle con pocas posibilidades de sobrevivir o encontrar una familia que se apiadara de ellos.
Recordó la última semana de Diciembre de su primer año, le había preguntado a su jefe porqué tenían que sacrificarlos, eran solo unos niños. Su respuesta fue breve <<Los niños se convierten en adultos, los adultos en criminales, delincuentes, vagos, no hay espacio para ellos en la sociedad>> .
El teléfono sonó, maldijo a la sociedad, arrojó la colilla al cesto de basura y entró al tiempo que se enjugaba las lágrimas. Y mientras tomaba los datos, hacía un repaso mental de los niños que pronto se despedirían de su vida. Le parecía una lastima que no tuvieran las mismas oportunidades que los más pequeños, era bien sabido que las familias preferían adoptar a un bebé a quien pudieran educar que a un niño con una óptica del mundo más desarrollada.
“Estúpida sobrepoblación” dijo para sus adentros mientras escribía en Facebook justo arriba de la foto de un pequeño de siete años “Se busca familia …”
– Sue FC –