¿Quién mató al nuevo novio?

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El inspector Armando López acudió al llamado, justo como lo había hecho las tres veces anteriores durante los últimos tres años. Aún antes de llegar sabía exactamente lo que le esperaba en casa de la señora Domínguez, paredes salpicadas de sangre, un cuerpo desmembrado, tripas regadas por el piso y una cabeza secuestrada por el maldito homicida que ya debía estar lejos de la escena del crimen. Tal como lo supuso lo encontró. 

Después de saludar a sus compañeros y echar un vistazo rápido se dirigió al jardín trasero donde el pequeño Julian de seis años se encontraba en compañía de otro oficial. 

– La madre viene en camino – informó este a su superior, luego en voz apenas audible para que el niño no escuchara agregó –, estaba de guardia en el hospital, hablé con su jefe y lo ha confirmado.

– Siempre es así, ve con los otros, yo me quedo con el niño.

Apenas se quedaron solos, Armando se puso en cuclillas para estar a la altura de Julián, sabía lo que diría.

– No fui yo – murmuró.

– Lo sé – interrumpió Armando – fue el monstruo.

Ambos sonrieron por cortesía y se quedaron callados, esperando a la madre del niño, mientras el equipo forense tomaba fotos y huellas, “de nada servirán, no encontrarán nada … como siempre”, pensó el inspector.

De camino a la comisaría, Armando seguía dandole vueltas a lo ocurrido, tal como lo hizo la primera vez que sucedió, hace tres años. Tenía sus teorías claro, había investigado cada posibilidad pero siempre acababa por topar con pared sin importar las veces que diera vueltas. No tenía sospechosos, era imposible que el niño tuviera la capacidad para cometer tremenda salvajada, la madre siempre tenía coartadas más que fuertes con testigos que la respaldaban y el asesino de parejas temporales seguía en el anonimato. Pero de algo estaba seguro, el próximo año volvería y por los siguientes doce meses, el inspector Armando tendría complicaciones para dormir. Su cabeza recreaba los interrogatorios y arrojaba nuevas teorías tan rápido que le era difícil captarlas todas. Siempre llegando a la misma conclusión, fue un conocido de “el nuevo novio”.

La señora Carmen Domínguez era de esas mujeres guapas que no puedes evitar mirar, con curvas bien marcadas, senos abultados y trasero firme. Pero tenía la maldición de enamorarse de tipejos basura, borrachos, desempleados y hasta violentos. Armando no podía comprender cómo es que perdía el tiempo con ellos, peor aún, cómo es que les pedía que cuidarán a su hijo cuando tenía que hacer guardia en el hospital o acudir a algún compromiso en el que el niño debía quedarse en casa. Se sentía un tanto culpable al descubrirse feliz del destino del novio en turno: asesinado. 

Julián, el único testigo en cada evento decía que un monstruo era quién lo hacía, lo describía como alto y peludo, con filosas garras, ojos rojos y colmillos puntiagudos. Aquella declaración siempre era la misma, por lo tanto Armando se veía nuevamente atrapado en un callejón sin salida. La probabilidad de que todos los novios tuvieran al mismo enemigo era sumamente baja, la misma que tenía el dichoso monstruo de ser real. Frustrado, solo le quedaba esperar al siguiente evento, donde sabía exactamente lo que sucedería, siempre era igual.

Carmen y Julián llegaron al hotel donde dormirían por los siguientes meses cerca de las tres de la mañana, estaban acostumbrados a esa rutina, la policía prohibiría el acceso a su casa y ellos se mudarían a otra provisionalmente, para después volver a hacerlo el siguiente año. La madre arropó al niño, ambos sonreían divertidos.

– ¿Y bien? – preguntó ella – ¿Lo disfrutaste?

– Sí, pero todavía tengo hambre.

– Lo sé cariño, mañana buscaré más comida para ti.

– Ok, pero esta vez trata de que no tenga barba, me pica en la lengua.

– No te preocupes por eso, lo afeitaré.

Apagaron las luces y durmieron tranquilos, sabiendo que por los siguientes doce meses el monstruo que habitaba en Julian descansaría sin dar problemas.

– Sue FC –

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