¿Qué si valió la pena dices? Déjame contarte una historia, de dos personas con absolutamente nada en común … ella era terca como mula, si decías “sí” ella decía “no”, obstinada pese a que pocas veces tenía la razón. Él era flexible, vivía la vida ligero, sin cargas ni equipajes, mucho menos con algún rumbo fijo. Ella sabía exactamente hacia dónde iba, adelante, siempre hacia adelante, no se detenía a llorar, nunca había tiempo para lamentarse, la vida era corta y debía apresurarse. Él sentía todo, la música, los colores, incluso las imágenes, gozaba absolutamente todo, cada partícula, cada instante, todo en este mundo valía la pena para dedicarle al menos unos segundos por completo.
Ella no quería sentir, no quería amar, huía del dolor, los problemas y las peleas, así era más sencillo. Él, deseaba experimentar, vivir, gozar, probar, sufrir y reír, quería lo bueno y lo malo por igual, sabía perfectamente que no podía apreciar lo uno sin lo otro.
¿Qué por qué se enamoraron? No lo sé, quizá Dios sintió piedad por ambos, tal vez el destino quería divertirse alterando sus vidas, a veces le gusta hacer eso ¿sabes? Goza emparejando lo disparejo, poniendo todo patas pa’ arriba, experimentando con mezclas y en esa ocasión, ni el agua y el aceite se repelían tanto como ese par … Honestamente no lo sé, no sé porque se enamoraron. Lo único de lo que estoy seguro es que se amaron como sólo los amantes de las historias podían hacerlo. Cuando no estaban juntos se extrañaban más que el mar a la luna.
Peleaban y discutían, es cierto. Pero también se amaban, a gritos y en silencios, con lo bueno y lo malo. Se enojaban y odiaban hasta el cansancio, detestaban sus diferencias y no poder ponerse de acuerdo en nada, sin embargo estaban conscientes que el otro era justo la pieza del rompecabezas que les hacía falta. Quizá fueron justamente esas diferencias las que los mantuvieron tan unidos, aún cuando ella enmudeció, aún cuando él dejó de ver.
¿Qué cómo estoy tan seguro? Porque no necesito verla, ella no necesita hablarme, nos basta sentirnos. Nunca fueron necesarias las palabras, la apariencia, nada en absoluto. Sólo la necesito a ella, ella sólo me necesita a mi, sólo nos necesitamos el uno al otro. Así que no, puedo decirte con sinceridad que enamorarme de tu abuela valió la pena, en realidad valió toda la vida entera.
– Sue FC –
