Quinta parte: Olivia
Poco después de que mamá me dejara cobijada y supuestamente a salvo supe que algo no estaba bien, la casa entera se sentía diferente, fría, no como cuando dejas la ventana abierta en pleno invierno, este frío del que hablo era distinto. Salí de las cobijas y me asomé con cautela por el pasillo, después de tragar saliva dos veces y armarme de valor o al menos el mayor al que pude recurrir, caminé de puntitas hasta la habitación de mi hermano mayor. Abrí la puerta y lo encontré tendido boca arriba, supe que estaba muerto antes de acercarme. Un rápido movimiento captó mi atención hacia la puerta detrás de mi, algo se escurría por debajo del marco.
Un escalofrío me recorrió la espalda, “Ali”, pensé, y sin darle más vueltas fui hasta su recámara, grité al encontrarla rodeada de vómito con una expresión deforme surcando su rostro. Estaba tan impactada por la escena frente a mi que por poco no veo los tentáculos que desaparecían bajo la cama. Asustada me encamine a paso veloz hacia el lugar más seguro de la casa: el cuarto de mis padres. Pero me quedé pasmada al toparme con lo que parecía ser un hombre casi transparente con cara borrosa saliendo del mismo cuarto al que me dirigía, creí ver una sonrisa diabólica en su rostro, pero no estoy segura.
Una vez que el hombre se desvaneció y mis piernas volvieron a obedecerme, me acerqué sigilosamente a la recámara, antes de poder entrar fui sorprendida por unos pasos presurosos que corrían escaleras arriba. Supuse que otra cosa fantasmagórica venía por mi tal como había venido por mi familia. Entré a toda prisa al dormitorio de mis padres, mis ojos se posaron en mi madre, no pude acercarme lo suficiente para comprobar su estado, fui levanta del suelo, grité y patalee, creyendo que un monstruo me había encontrado, pero no fue así. Era un hombre común y corriente, al menos uno humano, supe que era policía cuando la estrella dorada de su pecho rozó mi mano.
Empezó a hablarme, pero mi cerebro estaba en otra parte, dividido en lo que acababa de ver. Fue hasta que escuche a otro de sus compañeros afirmar que mi madre también estaba muerta cuando al fin reaccioné. Trate de contarles sobre el hombre que vi, las sombras y los tentáculos, pero las palabras de mi boca no encontraron el camino para salir. El hombre me sacó de la casa en brazos y mientras cruzábamos la sala vi un montón de ojos rojos pertenecientes a una masa incorpórea sobre mi padre, misma que se desvaneció cuando logré que el policía volteara. Supe que papá también había perecido en ese viejo sillón.
Fui recibida por un grupo de paramédicos y pese a tener la mirada ausente, una parte de mi pudo captar a los vecinos metiches envueltos en batas de dormir, luces rojas y azules danzando como luciérnagas, hombres y mujeres uniformados entrando y saliendo de mi casa, voces, gritos, preguntas que se quedaban en el aire.
Cuando al fin fui capaz de hablar traté de explicarle a una mujer lo que había pasado pero fue inútil. Más tarde escuché a una reportera hablar sobre lo ocurrido: “La familia García era una más del vecindario y al igual que el resto cargaba con sus propios problemas, con la diferencia de que ellos no pudieron superarlos”. Me enfurecí apenas entendí las ridículas conclusiones a las que todos llegaron, dijeron que mi hermano se había suicidado, que mamá murió por sobredosis de pastillas, Alicia por haber ingerido drogas y mezclarlas con alcohol, y papá de un infarto atribuido al estrés. ¡Puras estupideces!
Un psicólogo de servicios infantiles me diagnosticaría con un severo problema mental, diría que mi historia fue un invento de mi subconsciente para protegerme pero eso no es verdad, yo los vi. Los monstruos de la noche habían ido a reclamar las vidas de toda mi familia, esos malditos son inteligentes, disfrazaron sus atrocidades con problemas “normales» para la sociedad, para que fueran juzgados por todo aquel que se sintiera con el derecho de hacerlo.
Así que por favor, no seas como ellos, todos cargamos con nuestros propios demonios y aunque esta vez salieron victoriosos, juro sobre el recuerdo de mi familia que su muerte no será en vano. Esperaré a la siguiente noche de brujas, cuando los monstruos salen a cazar y esta vez ellos serán quienes tengan que esconderse de mi.
– Sue FC –