Los monstruos de la noche

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Cuarta parte: Héctor

Después de otro maldito día en su maldito trabajo, Héctor decidió acompañar a sus colegas a uno de los bares cercanos a la oficina. No quería volver a su maldita casa con su maldita familia de raros. Un hijo deprimente, una hija alcohólica, otra hija idiota y una esposa que ya no dejaba que la tocara o al menos se lo suplicaba en susurros, porque siempre estaba tan drogada que no estaba seguro de que esos fueran sus deseos, después de todo habían engendrado tres hijos.

A veces se preguntaba de dónde sacaba tantas pastillas, por más que él intentaba mantener la casa sin estupefacientes esa mujer siempre encontraba la forma de llevar más a casa, una habilidad que la borracha de Alicia heredó y que Miguel quizá debió hacer para dejar de ser tan estirado. 

Eran raras las ocasiones en las que se sentía culpable por no ser un padre amoroso, por no poner orden, por deslindarse de las responsabilidades, por mirar hacia otro lado. Pero luego recordaba que se mataba trabajando para que no le faltara nada a su familia y su conciencia lo tranquilizaba diciendo que ya cumplía con su papel de proveedor.

Entre trago y trago, su vaso se iba consumiendo y él se sumergía más y más en la idea de todo lo que podría haber hecho si no tuviera que cargar con una familia. Podría estar rodeado de mujeres guapas como las que estaban sentadas en la mesa de enfrente, podría comprarse un auto deportivo como el de su jefe, podría viajar con sus colegas en lugar de estar en una casa con gente que no le prestaban la mas mínima atención.

Unas horas más tarde, volvió a su maldita casa en un maldito taxi porque sus malditos compañeros le habían dicho que no podía conducir en su estado. Era más de media noche, estaba cansado y lo único que quería era dormir, al observar las escaleras se dijo a si mismo que no valía la pena el esfuerzo, bien podía quedarse en el maldito sillón. Una vez acostado cerro los ojos cuando un gritó le arrancó de golpe el sueño, provenía de la habitación de Olivia. 

Estúpida niña, pensó para sus adentros. Contó hasta diez y al no escuchar otro grito supuso que se trataba de alguna pesadilla, Cecilia seguramente ya estaba con ella, era lo menos que podía hacer después de haraganear todo el día en casa. Decidió acostarse nuevamente y recuperar el sueño perdido. 

Antes de conseguirlo, un peso sobrehumano se posó sobre él, había escuchado antes de esas cosas, cuando era niño le decían que se te subía el muerto. Héctor recordó el consejo de su difunta abuela y trato de calmar sus nervios, de respirar profundo y esperar que pasara, pero nunca pasó. Dirigió su mirada hacia el techo y fue cuando los vio, ocho pares de ojos rojos se encontraron con los suyos para después dejársele caer encima. 

Sumado a ellos, estaba la masa incorpórea que le impedía moverse, quiso gritar como Olivia lo había hecho antes pero ningún sonido acudió a su garganta, supuso que moriría en ese mismo instante, pero la agonía apenas estaba comenzando. Sintió garras y dientes, clavándose en su piel como si esta fuera de papel, atravesando sus pensamientos y sacudiendo su conciencia. La culpa se dejó venir, voces en su interior le recriminaban la escasez de cariño e interés que mostró en su familia, por no haber sino un buen padre y esposo.Creía que ese debía ser el castigo que Dios le había enviado. Cerró los ojos aceptando su destino cuando de pronto alguien llamó a la puerta.

– Sue FC –

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