Los monstruos de la noche

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Primera parte: Miguel

La noche marca el final del día y da pie al descanso, invitando a los sueños a manifestarse en las mentes vulnerables agobiadas de una vida de deberes y responsabilidades. Convirtiendo la realidad en fantasía, brindando la oportunidad de realizar lo inimaginable. Pero los sueños también son pesadillas dispuestas a atormentar la conciencia, traen consigo monstruos aterradores capaces de devorar la vida y quebrar la voluntad. Tal y como le ocurre a la familia García.

Miguel, el hijo mayor es lo que se dice “un buen muchacho”, educado con las damas, aplicado en el colegio, respetuoso con los mayores, acomedido con el necesitado. Al menos eso es lo que dirían sus conocidos, los parientes lejanos o algún vecino. De día sonríe pero de noche sufre, como maldición de cuento de hadas.

Si tan solo alguien fuera lo suficientemente perspicaz, vería que detrás de esa fachada de “buen muchacho” se encuentra un adolescente atormentado. Las ojeras no eran por quedarse estudiando hasta tarde, eran por permanecer despierto luchando por su vida mano a mano contra el monstruo que lo visita, que lo asecha, que reclama su alma como premio. Siempre a la misma hora, con la misma intención: desaparecerlo del mundo de los vivos.

Habían pasado seis meses desde la primera vez, cuando conoció al monstruo, un ser fantasmagórico que se introducía en su cabeza, alteraba sus recuerdos, manipulaba su cuerpo, invadía cada espacio de su mente con gritos desgarradores. Sus músculos se tensaban, soportando el peso de la tristeza que le carcomía el corazón y esta noche no sería la excepción.  

Cuando las luces se apagaron y los murmullos se extinguieron, Miguel pudo sentir la presencia del monstruo, al principio no pudo verlo, escrutó cada esquina de su habitación, tratando de  diferenciar las sombras del mobiliario del cuerpo de la horrible bestia. De pronto sintió un gélido aliento soplando en su oído, la sangre en sus venas se congeló. Estaba detrás de él. Tenía miedo de voltear y encontrarse con la mirada penetrante del monstruo. Por primera vez desde que toda esta pesadilla comenzó tuvo ganas de gritar, de pedir ayuda a sus padres, de volver a ser un niño. Abrió la boca, pero nada salió de ella. Estaba completamente paralizado por el terror.

Cerró los ojos y un par de lágrimas asustadizas se escaparon, corrieron por sus mejillas solo para ser interceptadas por una garra afilada que las disolvió. Aún con los ojos cerrados, Miguel recordó sus victorias pasadas, buscando fuerza para librar una noche más. Pero ese sabor a gloria lo sentía tan lejano, en su lugar solo estaba la amargura de la derrota danzando sobre sus papilas gustativas. 

Un par de colmillos se encajaron en sus extremidades superiores, el monstruo lo estaba devorando y un fuerte dolor lo obligó a abrir los ojos de golpe, su mirada se encontró con una hoja de papel arrugada a los pies de la cama, con las pocas fuerzas que aún tenía comenzó a escribir una carta de disculpas, no quería que su familia se sintiera culpable por su falta de valor, lo había intentado, se lamentó por no ser tan valiente como su padre o tan tenaz como su madre.

Un gritó proveniente de la habitación continua lo hizo salir del trance moribundo en el que se hallaba, pensó en sus hermanas y fue entonces cuando sintió el verdadero terror. No podía dejar que el monstruo al fin ganara, sí lo hacía después iría por ellas. Y era su deber como hermano mayor protegerlas. Se aferró a la vida como sanguijuela, extrayendo fuerza de lo más profundo de su ser y se le fue encima al monstruo que estaba parado a su lado absorbiendo su energía vital. Peleó como nunca lo había hecho, un auténtico gladiador, arañó, mordió y pateo como si su vida dependiera de ello, en realidad así era.

Finalmente lo logró, el monstruo estaba débil mas no derrotado, lo vio arrastrarse hacia la ventana. Quizo seguirlo pero sus piernas no respondieron, sus fuerzas a penas le eran suficientes para mantenerlo de pie. Como pudo desgarró una vieja camisa y se ató las muñecas para evitar que la sangre continuara emanando de él, agotado se dejó caer en la cama. Deseaba ir a la habitación continua, la de su hermana Alicia, descubrir el porqué había gritado pero el sueño ya se había instalado en su cuerpo, invadiéndolo con una eterna paz.  

– Sue FC –

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