Si la timidez fuera una persona sería Tamara Wilson, medía 1.55, era delgada, cabello oscuro, con pecas en la cara, anteojos que cubrían gran parte de su rostro y tímida hasta la médula ósea. Quizá se debía a que siempre fue la chica nueva en cada ciclo escolar, su familia se mudaba constantemente a causa del trabajo de su padre así que nunca pudo desarrollar sus habilidades de socializar como el resto de los jóvenes.
Como estudiante era bastante lista, la ñoña, la cerebrito, a la que todos querían copiar en los exámenes pero nadie invitaba a las fiestas por ser aburrida. Siempre conocía las respuestas a las preguntas de los maestros pero jamás alzaba la mano por temor a equivocarse y hacer el ridículo.
Habría sido una buena amiga si alguien se hubiera tomado la molestia de conocerla, sabía escuchar, no juzgaba los errores ajenos y buscaba la mejor solución posible a los problemas como si fueran una tarea de matemáticas aunque nunca habría logrado transmitirlos como ella hubiera querido.
Al igual que otras chicas le aterraba hablarle al sexo opuesto, le daba miedo el rechazo y el ridículo, pese a que más de una vez la invitaron a salir chicos con buenas intenciones, cautivados por su noble corazón, ella siempre negó con la cabeza, creía que era mejor quedarse con la duda de que habría pasado a realmente experimentarlo.
Fue una verdadera lástima que su vida pasara sin pena ni gloria por el planeta, no hubo una sola persona en la que dejara huella, nadie se acordaría de su nombre o como lucía, “¿Tamara qué?” “¿Ella quién es?”. Quizá a algún metiche le causaría curiosidad, no tanto por que le importara ella, sino por el morbo de saber el chisme completo y poder contarlo a algún vecino o conocido.
Y si al llenar el informe médico o policial, el primero que ocurriese, alguien preguntaba cuál era la causa del deceso, posiblemente escribirían “suicidio”, porque nadie se tomó la molestia de conocerla mejor, nadie se interesó por saber la verdad, que se había ahogado con las palabras que nunca dijo.
– Sue FC –