Dicen que los polos opuestos se atraen, ya saben positivo y negativo, pero esta historia va más allá de la física …
Deseaban estar juntos, de eso no hay duda. Se amaban, más de lo que los amantes del pasado lo han hecho, más de lo que cualquiera en el mundo podría amar, pero a veces el amor no es suficiente. Sí, eran polos opuestos, no en carácter, personalidad u opiniones, sino en esencia.
Ella era hielo, no de corazón ni por la indiferencia ante los acontecimientos a su alrededor, sino por fuera. Su piel contrastaba con las nubes, sus cabello blanco como la nieve y el azul de sus ojos invocaba al mar. Era tierna y dulce, anhelaba un amor profundo y verdadero, que le devolviera los latidos a su congelado corazón.
Él, por otra parte era fuego. Su temperamento explosivo podía hacer arder el mundo, la sangre de la valentía bombeaba por sus venas, era fuerte, enérgico y vivía la vida con pasión. Era amante del peligro, pero en lo profundo de su corazón deseaba tranquilidad. Y fue hasta que el rojo de su mirada se cruzó con el ser que tanto buscaba.
Se amaron desde el primer momento en que se conocieron, ¿que cómo fue? no importa, simplemente sucedió, pero como se lo podrán imaginar, no podían estar juntos.
Trataron de resistirse, de alejarse y reprimir sus sentimientos, pero todos sus intentos fueron en vano, se necesitaban. No para existir, era un hecho que morirían sí estaban juntos, pero el simple hecho de no poder consumar su amor también los mataba lentamente, la vida del uno sin el otro carecía de sentido. Así que tomaron una decisión, disfrutarían el tiempo que pudiesen estar juntos, así fueran segundos, harían que valiera la pena.
Él se apagó igual que un foco fundido, dejando los restos de su llama interna a disposición de su inocente amada, conociendo al fin lo que era la paz. Ella pudo sentir el calor por primera vez en su vida, se derritió como chocolate bajo el sol, no sin que antes sus labios se fundieran con los de su amante en un beso eterno.
– Sue FC –
