“¿Eres feliz?” La pregunta me golpeó como un rayo, con fuerza y contundencia, atravesando el puente invisible entre mi corazón y cerebro, quienes se enfrentaron a la misma interrogante. Ninguno de los tres pudo responderla, hacía años que acordamos encerrar nuestros sentimientos con un candado, justo después de que ella nos dejó. Una hermosa soñadora, que aprovechaba su talento como actriz y falsa identificación para comprar cigarros y alcohol barato en la tienda de la esquina. Poseía un asombroso don para los juegos de azar, especialmente con los dados, lo arrojaba con destreza al igual que a los ingenuos pretendientes, despachados uno tras otro. ¿Por qué se fijó en mí? No lo sé. ¿Por qué me fije en ella? Sencillo, su sonrisa, mágica y encantadora me transportaban a mis mejores recuerdos de la niñez, donde todo era simple. Sus manos, hábiles como encantadoras de serpientes. Su cabello alborotado e indomable, libre de bailar a la par de la brisa de verano. Sus ojos, ni azules ni verdes, cafés, fuertes y cargados de ilusiones, me provocaron más desvelos que todas las tazas de esa bebida milagrosa que espantaba el sueño.
Ella, ella y todos sus malditos encantos fueron mi perdición, arrojé a la basura mi prometedora carrera de médico cirujano. Sin darme cuenta, me dejé caer a un vacío, uno del que jamás saldría. Más oscuro que una noche sin estrellas, pero no tanto como aquella en que partió. Le pedí matrimonio, quería una casa, hijos e incluso un perro o gato, pero ella, ella no. Abrió la puerta de par en par, sonriendo con ese cinismo que la caracterizaba y se despidió con un beso en la mejilla. Le advertí que si lo hacía jamás podría volver, que la olvidaría. Dejó escapar una carcajada, una hermosa y malévola carcajada, ambos sabíamos que si tronaba los dedos me tendría a su lado sin chistar, pero nunca lo hizo. Se marchó sin mirar atrás, como diciendo “nunca me importaste”. ¿Y yo?, yo jamás volví a ser feliz.
– Sue FC –
