El remedio de Dolores

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Dicen por ahí que los nombres son poderosos, las brujas de los cuentos protegen el suyo con fervor para evitar que sus enemigos puedan hacer algo en su contra. Los hechiceros conocen el lenguaje antiguo para controlar la magia que rodea a la naturaleza. Y en el caso de Dolores … bueno, ella odiaba el suyo como si fuera su némesis.

Desde que tuvo uso de razón dio por hecho que su nombre era la razón detrás de cualquier fatalidad en su vida, no existía la mala suerte, todo era cosa del destino, escrito por órdenes de sus padres con tinta indeleble al igual que su acta de nacimiento.

Siendo niña los virus y bacterias causaban estragos en su salud más que en la de otros chiquillos, una simple gripa podía mandarla a la cama por más de una semana. Las enfermedades estomacales y dolores de cabeza la enviaban al hospital tan seguido que prácticamente conocía a todos los médicos sin importar el turno que tuvieran.

Aún así ella consideraba que las dolencias físicas eran el menor de sus problemas, para todas ellas existía alguna cura. La mala suerte en cambio, era harina de otro costal. Para alguien con otro nombre tal vez sería una coincidencia poco afortunada, pero Dolores comprendía mejor que nadie que el corazón y el autoestima son aún más vulnerables que el cuerpo.

En el colegio la apodaban Doly Murphy, un sobrenombre que la acompañaría hasta que cumpliera la mayoría de edad. Si todos planeaban una travesura Dolores era la única a la que sorprendían y enviaban castigada a la dirección. En eventos deportivos eran un imán para las caídas, golpes y balonazos. Los días en que el profesor decidía cambiar la clase por una película, ella había faltado por algún problema médico. 

Su historial de anécdotas estaba repleto de eventos desafortunados. Víctima de atropello de bicicletas, dos mordidas de perro, una que otra patada de caballo, tres asaltos indirectos, cinco accidentes viales, diez pérdidas de vuelo. Varias caídas por descuido, torpeza y pisos mojados. Y un largo etcétera.

Para cuando su cumpleaños 18 llegó, Dolores suplicó a sus padres que se ahorraran la celebración. Aún recordaba con pesar el anterior, las velas nunca prendieron, el pastelero confundió chocolate con mole. Los mariachis se equivocaron de dirección, la comida le causó una fuerte indigestión y la atención de ese día se la robó su abuela al hacer sin querer un split en la pista de baile del cual no pudo reponerse y tuvieron que llevarla al hospital.

Haciéndose de oídos sordos, sus padres prepararon una gran fiesta. Pero antes de darle la noticia decidieron entregarle su regalo, un simple folder manila con un moño rojo, en cuyo interior Dolores encontró la solución a todos sus problemas, la liberación de la maldición a la que había sido encadenada justo al nacer. Un documento oficial, con sello y toda la cosa en el que se podía leer un nuevo nombre: Remedios. 

– Sue FC –

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