Riiiiiiiiiing, riiiiiiiiing. El teléfono de la detective García comenzó a sonar, al tercer timbrazo despertó, lo primero que vieron sus ojos, fue la luna al otro lado de la ventana, no fue necesario contestar, ya lo sabía. Era la quinta vez en ese mes que era arrancada del mundo de los sueños, a las tres de la mañana, para que acudiera a revisar la escena. Salió de casa con su gabardina puesta para protegerse del frío, el arma aferrada al cinturón y una firme determinación por darle fin a este caso.
Las llamas del edificio al fin habían sido exterminadas por el equipo de bomberos, sus hábiles ojos de lupa buscaban la más mínima pista para que pudiera alimentar la carpeta en la que llevaba trabajando desde antes de dedicarse a resolver crímenes de tiempo completo. La misma noche en que murieron sus padres, las primeras víctimas del “Incendiario”.
El papel tapiz estaba manchado, probablemente fue rociado con gasolina para que el fuego pudiera expandirse con rapidez, arrasando con todo a su paso. Los muebles cubiertos de hollín y montes de ceniza por doquier. Lo único intacto, como en todos los incendios anteriores, era una foto de la detective García clavada en la puerta y marcada con el número 1. “Es él”, pensó pero no dijo nada. Su ayudante sugirió enviarla al laboratorio para buscar alguna huella, la detective por su parte, sabía que era una pérdida de tiempo, no encontrarían nada, nunca lo hacían.
Después de hacer la revisión de rutina y dar las indicaciones pertinentes, se marchó rumbo a su oficina. Revisó una y otra vez los archivos, papeles, fotos y noticias, indagando en sus sospechosos, más la pregunta de siempre la atormentaba una y otra vez: ¿por qué yo? Había repasado a todos sus conocidos, amigos, familiares y ex novios, pero nunca encontró ni siquiera un motivo por el que pudieran odiarla.
Agotada y presa del cansancio, optó por continuar trabajando desde su casa, después de dormir un par de horas. Se adentró en sus sueños, buscando las respuestas que aún no encontraba y mientras las flechas invisibles le mostraban el orden de los números marcados en sus retratos alguien forzaba la cerradura para entrar a visitarla.
Riiiiiiiiiing, riiiiiiiiing. El teléfono de la detective García sonaba cada vez con menos fuerza, deshaciéndose con rapidez entre las llamas.
Despertó de golpe, consciente de que la cuenta regresiva había llegado a cero y el olor a quemado incrustándosele en la nariz, con gran esfuerzo se arrastró hasta el piso inferior donde el Incendiario la miraba con ojos brillantes, forcejeos y gritos se suscitaron, los vecinos escucharon un disparo con el cual dieron aviso a las autoridades, lastima que tardarían más de lo debido en acudir. Dos horas más tarde encontrarían un cuerpo, la pregunta es ¿de quién?
– Sue FC –
