Ciclo rojo

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Evolución, cambio, transformación … todas ellas son inevitables, especialmente cuando de la madre naturaleza se trata. Algo que Dalila tenía presente cada vez que esos días se acercaban, podía sentir la alteración dentro de su cuerpo, la tormenta antes de la calma, el dolor inevitable en sus entrañas, la punzada en pechos y rodillas, el mal humor y las terribles jaquecas que la sacudían. Sucedería pronto.

Los síntomas de Dalila no eran exclusivos de ella, aunque si para el sexo femenino, todas las mujeres compartían el mismo dolor, la misma sed de sangre, la misma necesidad por alimentarse del sexo débil, el mismo deseo de recuperar el control perdido cuando los días rojos se apoderaban de su mente.

El clima, específicamente el cielo era la única advertencia que podía salvar a los hombres cuando el caos y la muerte comenzaban a rondarlos. Debían prestar atención a las señales, fuertes vientos significaba que las mujeres de nivel tres habían empezado, pero al ser de nivel inferior únicamente debían mantenerse juntos en grupos de tres como mínimo, ellas no los atacarían y si lo hacían podrían defenderse.

Si a la ventisca se sumaba el cielo nublado, aquellas del nivel dos representaban un poco más de peligro, eran más fuertes pero solo cazaban de noche, así que mientras ellos se mantuvieran escondidos en su hogar apenas se ocultara el sol, podrían salvar el pellejo. Sin embargo si a las señales se agregaba la lluvia, las de nivel uno estaban listas para devorarlos, la única forma que tenían de sobrevivir era estar en constante movimiento y armados hasta los dientes.
Por lo general sólo debían preocuparse de uno de los tres grupos ya que rara vez sucedía lo peor, la convergencia, los cielos se teñían de rojo carmesí, los ciclos se empataban y como resultado todas las mujeres se transformaban con la luna llena, en seres de otro mundo, las masacres eran inevitables, la población masculina era diezmada y ningún Dios escucharía las plegarias y súplicas de piedad.

Dalila miraba desde su ventana la puesta de sol, sonreía al percatarse que el cielo conservaba destellos rojos y estos se expandían y oscurecían con cada minuto. “Ciclo rojo”, pensó.
Serían cuatro días de constante cacería, treinta niñas habían despertado y ella sería quien las dirigiría en su primer ataque, su mentora y protectora. Esperaba que al menos cinco de ellas lograrán llegar a nivel uno, por lo general se quedaban en el tres. Aún les costaba aceptar que no era algo malo lo que hacían, estaba en su naturaleza, era un derecho divino y tampoco era su culpa ser el sexo fuerte, sino de ellos.

– Patéticos –, susurró con una mueca en el rostro. – Es su culpa por haber nacido así.
Giró sobre sus talones para mirar a las nuevas chiquillas que acababan de entrar al salón con gran esfuerzo puesto que se retorcían por el dolor y cuando les contó sobre el remedio, no vio sorpresa ni siquiera miedo o repugnancia. Las treinta niñas estaban ansiosas, listas. Pudo leer en sus ojos que se convertirían en nivel uno antes de lo pensado. Emocionada por el futuro próximo salió de su hogar con las niñas siguiéndola de cerca y mientras los gritos emergían a lo lejos, sus músculos se tensaban, estaban listas para iniciar la cacería.

– Sue FC –

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